27.12.08

Lo Otro

- Despierta -susurró su hermano mayor a un costado de la cama-. Hay algo que debes conocer.

Tomás no parecía entender mucho. Se pasó las manos por el rostro como queriendo quitarse el sueño de encima. Se irguió en su lecho y miró el reloj de su velador: eran las dos de la mañana. Ya era tarde para objetar, pues su hermano salía en ese instante por el portal de la habitación. Tanteó el piso intentando encontrar sus zapatos en medio de la oscuridad casi absoluta del cuarto, pero la búsqueda fue vana y no tuvo más alternativa que salir descalzo para no quedarse atrás. Hacía frío afuera, y la hierba se sentía húmeda bajo sus pies desnudos. Miles y millones de estrellas inundaban el cielo esa noche. Normalmente, Tomás se hubiese quedado contemplando el firmamento, pero ahora estaba preocupado. Corrió para alcanzar a su hermano, que caminaba impertérrito unos metros más adelante, como guiado por una fuerza ajena a esta realidad.

- ¿Hacia dónde vamos? -preguntó jadeando-. ¿Puedo al menos volver por mis zapatos? Creo que me voy a resfriar...

- Tranquilo -contestó su hermano, con la voz de alguien que se encuentra bajo el efecto de la morfina-. No sentirás nada cuando lleguemos.

- ¿Llegar adónde? -insistió Tomás. Comenzaba a desesperarse.

Su hermano no respondió. Se adentraron en el bosque, sin linterna, sin brújula, sólo con sus pies. Recién allí Tomás advirtió que su hermano tampoco traía zapatos. Estaba asustado, no sabía en qué iba a terminar el viaje, y tampoco era capaz de volver a la casa. No conocía la razón. Quizás era porque temía dejar a su hermano solo en medio del bosque y en ese estado. O tal vez era que sentía una suerte de atracción por lo desconocido, por salir de esa incertidumbre que lo agobiaba y saber finalmente de qué se trataba todo. Fuera cual fuese el motivo, Tomás dejó de darle tantas vueltas al asunto en el momento en que su corazón comenzó a latir cada vez más fuerte. Palpitaba de tal manera que podía sentir en lo más profundo de sus oídos el ir y venir de la sangre. Su pulso se aceleró hasta alcanzar un ritmo violento, y un calor le subió desde el cuello hasta la nuca. Él no hacía más que seguir de cerca a su hermano para no perderlo de vista, pues temía poder desmayarse en cualquier minuto, como si su sistema nervioso se apagase lentamente. De pronto se le nubló la vista, pero para sorpresa suya sus pies seguían moviéndose con autonomía, como si estuviesen siendo comandados por un sistema paralelo e independiente. Dejó de controlar su marcha. De hecho, dejó de controlarse a sí mismo. Lo invadió el pánico, inútil a esas alturas. De nada servía atemorizarse, cualquier intento de resistencia era nulo. Ya no era dueño de sí, y su mente cayó de súbito en el sopor...

··································· O ···································

- Despierta -susurró una voz amorfinada-. Ya estás aquí.

Tomás no entendía nada. Se llevó las manos a la cara, pero esta vez sin la intención de quitarse el sueño de encima, sino para cubrirse los ojos. En cuestión de segundos su vista había pasado del oscuro sosiego que ofrece el interior de los párpados, a una luminosidad intensa y extraordinaria, como de otro lugar. Estaba tendido bajo un cielo de madrugada, en medio de un extenso cultivo de trigo que no había conocido en ninguno de sus anteriores paseos por la zona. A unos metros de distancia estaba su hermano sonriendo, haciéndole un gesto para que lo siguera, y varios metros más allá se encontraba un platillo volador detenido sobre el trigo, emitiendo en todas direcciones esa luz blanca y agresiva a la que tanto trabajo le costó acostumbrar la vista. Se levantó despacio, sin frío, sin calor. Pisó y no pisó el trigo, y caminó a paso firme detrás de su hermano. Su espíritu estaba vivo y dispuesto para lo otro.

- Ya estoy aquí.



Here I Am - Flying Saucer Attack

23.12.08

Ave Melodía

Dios te salve, Melodía
llena eres de magia
el Amor es contigo
bendita tú eres entre todos los placeres
y bendito es el fruto de tu vientre, el Blues

Santa Melodía, Madre de Dios,
ruega por nosotros auditores,
ahora y cuando perdamos el oído, Amén