28.3.09

El Cigarrillo

Hola oscuridad, nos volvemos a ver. Hoy vuelvo a ti con un ánimo renovado de llorar hasta morir, de ser el más desdichado del pueblo. Puse la música más triste que encontré, y tengo la sensación de que esta vez será memorable. Pero siempre es lo mismo, al día siguiente ya nada es igual, y el recuerdo no tiene comparación alguna con el momento en sí. Durante el día es imposible volver a vivir esa angustia tan adictiva, esa catarsis de la propia tragedia, ese vértigo de estar parado al borde del abismo y no poder saltar ni dar un paso atrás. A veces me gustaría eternizar las noches, para tenerte siempre a mi alrededor, oprimiéndome y obligándome a mirar hacia adentro. Bueno, aquí me tienes, volviendo a abrazar esos malos recuerdos de situaciones que construí en mi cabeza, de conflictos que nunca empezaron, de sufrir a causa de personas que nunca se enterarán de que causaron daño. La paradoja de sufrir por culpa de los inocentes. Y se acaba la noche, y salgo al mundo para encontrarme con sonrisas, y yo devuelvo sonrisas también, y al anochecer vuelvo a encontrarme contigo -y conmigo- y me reprocho por la hipocresía eterna que es mi vida, un eterno olvidar las noches y danzar como un estúpido al compás del optimismo.