22.10.10

De regreso

Nuestro personaje abandona los bloques de edificios luego de una tarde de colores y formas. Cuatro y media en la madrugada.

Uf, se viene difícil la vuelta pa la casa. Camina no más, camina, si a esta hora no anda nadie, menos en día domingo. Bueno, en verdad lunes. Igual penca eso de los pájaros, que te canten como pa recordarte que va a amanecer luego y voh ya cooperaste con llegar a la pega con una cara decente. Son bonitos pero en verano, onda en un cámping con harto bosque y poco jefe de hocico hediondo, con un olor entre mañana y cigarro apurao. Y te habla de cerca el hueón po. Voh no querís saber na con la caña y este desgraciao llega y te deja caer el tufo encima, pidiéndote pa antes de las diez unos papeles de no sé qué hueá. Pesao el hueón. Igual, cómo será vivir así, porque yo no me hallo siendo tan maricón con la gente, explotándola pa rendirle cuentas al gerente. O sea, yo igual trabajo pal sistema, pero soy de más bajo rango poh, más suche. Soy como servidor y víctima de la hueá. Da rabia porque qué podís hacer, aparte de alegar o achacarte. No sé, a veces pienso si los demás serán como yo, así como de llorar de repente sin saber por qué, o de quedarse pegao en el horizonte por harto rato... no volao poh, obvio, ja ja. Si tendrán esos momentos como de angustia, en que no sabís qué hacís parado... oh, aquí cagué...

Un perro mestizo de aspecto poco amigable observa a nuestro protagonista desde la esquina de la acera por la cual este transita.

Ya, habrá que pasar de lejitos no más poh. Tranquilo, tranquilito. Estoy como orbitándolo, ja ja, y el loco me mira como con cara de "y qué me orbitai conchetumare, si no soy na sol", ja ja. Filo, ya te pasé kiltro feo. Ahora a concentrarse en las tres cuadras que me quedan pa llegar a la camita a zetear. De piquero me voy a tirar. Y mañana... chao, que me echen no más, si total...

El perro mestizo avanza lentamente detrás de nuestro personaje, guardando en todo momento una distancia de trece pasos.

Chucha, este hueón me va a empezar a perseguir. Ojalá me equivoque y el loco esté puro resguardando su territorio. Sí, ahí está, al final de la cuadra se va a aburrir y se va a devolver a la esquina pa sapear a otro que ande igual de loco que yo, ja ja, está patrullando el cuadrante, ja ja...

Pasada una cuadra, el perro mestizo continúa caminando a paso lento tras nuestro protagonista, conservando los mismos trece pasos de distancia.

Ya, el loco hinchador, no me va a dejar de seguir hasta la casa, y voy a estar todo el rato mirando pa atrás pa ver si se me tira encima. Aparte, siempre que paro él también para, nunca se acerca a menos de trece pasos. Trece pasos, trece pasos... trece pisos, un ascensor hasta el treceavo piso. Puta oh, nunca más me tiro hueás un domingo en la tarde, todavía ando medio imbécil.

Recorrida una segunda cuadra, una cuadra antes de llegar a su destino, nuestro personaje se detiene por última vez para hacer el experimento pavloviano de los trece pasos. Da media vuelta, y el perro ha vuelto a detenerse a la misma distancia, mirándolo fijamente a los ojos en medio de la niebla matinal. Al cabo de unos segundos, el perro se para en sus dos patas traseras y se acerca hacia él, deteniéndose esta vez a tres pasos de distancia.

- Vengo de CONACE. Quería recordarte que Laika fue al espacio y no volvió.