5.12.10

De patentes y vigilantes

Me cago en tu prepotencia transnacional
en tu propiedad pseudointelectual
en tu progreso pa' la sociedad
en tu disfraz de oveja

Me cago en tu solución al problema del hambre
en tu colonización sustentable
en tu imperialismo

Me cago en ti y en la ciencia que te respalda
en tus miles de dólares
en tu saco a la espalda

Me cago en tu transgenia
en tu alergenia
en tu pandemia
en tu cáncer que se expande por toda la Tierra

3.11.10

Nunca nadie te preguntó nada

¿Qué sientes cuando te golpeas la cabeza contra el techo?
¿No es impotencia lo que sientes al intentar en vano emprender el vuelo?

De pequeño te habituaron a volar bajo, mediante aparatos te habituaron a la mediocridad
Castigaron tus exigencias y ambiciones, te enseñaron a sentarte y dar las gracias
Olvida la angustia, reprime el instinto, oías murmurar en estéreo

Ay, triste ser humano, pollo desplumado bajo el lánguido sol de invierno
¿Hasta qué punto dejarás que te violen?
Levántate, recobra tu antigua capacidad de indignación

La rabia, no la fe... la rabia mueve montañas

22.10.10

De regreso

Nuestro personaje abandona los bloques de edificios luego de una tarde de colores y formas. Cuatro y media en la madrugada.

Uf, se viene difícil la vuelta pa la casa. Camina no más, camina, si a esta hora no anda nadie, menos en día domingo. Bueno, en verdad lunes. Igual penca eso de los pájaros, que te canten como pa recordarte que va a amanecer luego y voh ya cooperaste con llegar a la pega con una cara decente. Son bonitos pero en verano, onda en un cámping con harto bosque y poco jefe de hocico hediondo, con un olor entre mañana y cigarro apurao. Y te habla de cerca el hueón po. Voh no querís saber na con la caña y este desgraciao llega y te deja caer el tufo encima, pidiéndote pa antes de las diez unos papeles de no sé qué hueá. Pesao el hueón. Igual, cómo será vivir así, porque yo no me hallo siendo tan maricón con la gente, explotándola pa rendirle cuentas al gerente. O sea, yo igual trabajo pal sistema, pero soy de más bajo rango poh, más suche. Soy como servidor y víctima de la hueá. Da rabia porque qué podís hacer, aparte de alegar o achacarte. No sé, a veces pienso si los demás serán como yo, así como de llorar de repente sin saber por qué, o de quedarse pegao en el horizonte por harto rato... no volao poh, obvio, ja ja. Si tendrán esos momentos como de angustia, en que no sabís qué hacís parado... oh, aquí cagué...

Un perro mestizo de aspecto poco amigable observa a nuestro protagonista desde la esquina de la acera por la cual este transita.

Ya, habrá que pasar de lejitos no más poh. Tranquilo, tranquilito. Estoy como orbitándolo, ja ja, y el loco me mira como con cara de "y qué me orbitai conchetumare, si no soy na sol", ja ja. Filo, ya te pasé kiltro feo. Ahora a concentrarse en las tres cuadras que me quedan pa llegar a la camita a zetear. De piquero me voy a tirar. Y mañana... chao, que me echen no más, si total...

El perro mestizo avanza lentamente detrás de nuestro personaje, guardando en todo momento una distancia de trece pasos.

Chucha, este hueón me va a empezar a perseguir. Ojalá me equivoque y el loco esté puro resguardando su territorio. Sí, ahí está, al final de la cuadra se va a aburrir y se va a devolver a la esquina pa sapear a otro que ande igual de loco que yo, ja ja, está patrullando el cuadrante, ja ja...

Pasada una cuadra, el perro mestizo continúa caminando a paso lento tras nuestro protagonista, conservando los mismos trece pasos de distancia.

Ya, el loco hinchador, no me va a dejar de seguir hasta la casa, y voy a estar todo el rato mirando pa atrás pa ver si se me tira encima. Aparte, siempre que paro él también para, nunca se acerca a menos de trece pasos. Trece pasos, trece pasos... trece pisos, un ascensor hasta el treceavo piso. Puta oh, nunca más me tiro hueás un domingo en la tarde, todavía ando medio imbécil.

Recorrida una segunda cuadra, una cuadra antes de llegar a su destino, nuestro personaje se detiene por última vez para hacer el experimento pavloviano de los trece pasos. Da media vuelta, y el perro ha vuelto a detenerse a la misma distancia, mirándolo fijamente a los ojos en medio de la niebla matinal. Al cabo de unos segundos, el perro se para en sus dos patas traseras y se acerca hacia él, deteniéndose esta vez a tres pasos de distancia.

- Vengo de CONACE. Quería recordarte que Laika fue al espacio y no volvió.

7.9.10

La vida contrariada

Estado, mi ruina
el sentido asesina
ordenando
frenando
dando por cien los golpes
a aquellos torpes
que viven soñando
ser trigo y harina
del nuevo pan

A cambio de huelgas
cadenas les cuelgan
invocan las leyes
los hijos de reyes
en nombre de Dios
y la atrofia moral

Nos mienten, sí
nos mienten diciendo
ser ellos nosotros
ser ellos el pueblo
seré yo un imbécil
o es que esto no es cuerdo
obedecer a un gobierno
significa estar muerto

7.2.10

Pasar

¿Qué tiene la noche, que me entran ganas de contemplar la jazzística ascensión del humo del cigarrillo que fumo?
¿Qué es eso que me hace escribir porque sí, que tienen la luna y su luz mezquina?
¿Será acaso ese aire a fin de todo, a estar parado ante las puertas de la muerte y querer recapitular, poner de manifiesto una vida en el papel para decir yo fui y yo hice?
¿Será el día un aeromodelo de la vida, una reproducción a escala de nuestro pasar por aquí, con sosiego en el ocaso?
¿Será la muerte muerte, o será que muero en vida sin saberlo, que a los cuarenta muero y a los cuarenta y uno vuelvo a nacer, y que a los ochenta estoy en la flor de la edad y entremedio soy otro y luego muero de nuevo?

¿Seré eterno, o será que el cigarro mata y a mí me importa un carajo?

24.1.10

Nada

Llevaba más de una hora sentado en la sala de espera. No había más revistas que hojear, y su mente se concentraba en la hipnótica tarea de vigilar el ventilador del rincón en su ir y venir. A ratos cerraba los ojos y sentía el aire frío acariciar su rostro en forma rítmica. Reinaba el silencio, era el único esperando allí. De pronto, una aparición lo sacó de su letargo; una mujer joven, sumamente pálida, de cabello castaño y ojeras enfáticas. Ojos pardos, algunas pecas y menuda, menudísima. Solo llevaba encima una bata blanca de enfermo. Su aspecto recordaba al de los fantasmas buenos, esos que no asustan, sino que simplemente deambulan por ahí, causando lástima en la retina de la gente de carne y hueso. Atravesó el lugar sin mirarlo, con expresión taciturna, como ida. Él se levantó de su asiento y la siguió por un largo pasillo de paredes blancas, en silencio, para no alarmarla. Le interesaba espiarla, saber adónde iba. No quería otra careta, con la suya propia le bastaba. Luego de varios minutos de caminar sin pausas a través del corredor desierto, la muchacha se detuvo ante lo que parecía ser el final del trayecto: una puerta blanca y ancha, que se extendía de un muro al otro. La joven empujó casi sin esfuerzo y cruzó el umbral. Él se acercó, y luego de dudar durante algunos segundos, decidió entrar también. Apoyó ambas manos sobre la puerta para empujar con fuerza pero, para sorpresa suya, esta no ofreció resistencia alguna. Al traspasar el umbral, se encontró en un cuarto blanco y amplio, de forma cúbica. La joven no se veía por ninguna parte. Dio media vuelta para marcharse, pero la puerta ya no estaba ahí. El cuarto carecía de muebles; eran sólo él, los gigantescos muros blancos y el tenue rayo de sol que ingresaba por un tragaluz en el techo. Y de pronto comprendió que no necesitaba más, que todo estaba ahí, la realidad desnuda y abstracta, sin ornamentos ni artificios, la realidad pura y sincera del uno mismo.