29.6.08

Hoy

Hoy vuelvo a ser niño, y absorbo como esponja porque se me da bien lo naïf.

Hoy los problemas quedan atrás, y le pido comida a mi madre en vez de pedirle respuestas a la vida.

Hoy me divierto, y la palabra diversión tiene sentido.

Hoy no pienso, sólo existo, y no me importa lo que diga Descartes, porque no lo conozco.

Hoy soy primitivo, rudimentario, mineral.

Hoy golpeo al otro antes de dialogar, en vez de golpearme la cabeza contra la pared de tanto dialogar conmigo mismo.

Hoy le pido peras al olmo, y me las entrega rebanadas en un plato.

Hoy... hoy por hoy, esas cosas no suceden. El minuto de confianza ya se acabó...

26.6.08

Sin Título (o "De cómo sabemos nada")

Hombre transita por Nada a paso ligero, buscando respuestas en los muros de Nada infinitos. Atrás, a lo lejos, alcanza a divisar Algo. Pero Algo está muy lejos para volver, hay que seguir adelante -o atrás… a estas alturas… o profundidades… no importa mucho… o poco-.

Hombre se topa con Nadie, andrógino en apariencia.

Hombre: ¡Lo sabía, Dios era andrógino! Era muy injusto para las mujeres tanto "Él"…

Nadie: No soy Dios.

Hombre: ¿Y quién es Dios?

Nadie: Dios no es, tienes que ir a buscarlo.

Hombre: ¿Dónde?

Nadie: Por allí, entre los matorrales, debajo del entendimiento humano.

Hombre: ¿Cuál es ese?

Nadie: El que te faculta para distinguirme de un hombre y de una mujer, pararte sobre dos conceptos que llamas "piernas" y, principalmente, no tener respuesta alguna para pregunta alguna sobre Dios, andróginos o piernas.

Hombre: ¿Por qué no puedo tener esas respuestas?

Nadie: Porque estás inmerso en humanidad, sumido en ignorancia.

Hombre: ¿Algo así como que no puedo ver lo que ve el daltónico?

Nadie: Algo así como que no puedes ver. (Mutis a la derecha… o izquierda).

El Hijo Del Hombre - René Magritte

18.6.08

Añoranza

De nuevo en el balcón nublado, rodeado de los helechos en maceteros polvorientos y de la pintura blanca que nunca termina de caerse a pedazos, como intentando recordarte que esto no se acaba, no señor... Abajo la calle, nublada también, llena de bicicletas tiradas junto a los pórticos, de esas que por algún motivo nadie se digna a recoger; llena de bancas viejas y de vereda vieja, con pastelones cuadrados, toscos y deprimentes -el musgo se desborda por entre las grietas que da gusto-; llena de ese escarabajo verde, destartalado y abandonado -que puta que se las arregla para llenar el espacio con su decadencia infinita y majestuosa-... y te haces parte de esa calle, te sumes en ella, quedas empapado de ella, se impregna en ti. Es un momento glorioso... y ahora viene la música, esa canción, que descubriste hace un par de años pero que te remite a tu infancia más remota, ese dispositivo de la nostalgia; los abuelos, la plaza, Caballeros del Zodiaco, galletas de navidad, todo junto en una sustancia compacta, sintética e indescriptible que te anuda la garganta. Y ahora es cuando lloras, y por un buen rato.

Melancolía Y Misterio De Una Calle - Giorgio De Chirico